Nunca llueve a gusto de todos.

Y por ello el hijo del oscarizado Fernando Trueba no termina de conectar con su público (irónicamente) más joven.

¿Es quizás porque están acostumbrados a las superproducciones "hollywoodienses"?

¿O porque español y cine crea una especia de repelencia en las jóvenes audiencias?

Por supuesto no hay que generalizar, y como bien dice el título de mi entrada, nunca llueve a gusto de todos. Es por eso que el ritmo lento y pausado del film puede hacer disfrutar a los amantes de las películas "Rohmerianas" o sacar de las casillas a más de uno esperando a que de una vez la pareja que acaba de romper se tire los trastos a la cabeza, indiferentemente del rango de edad del espectador.

Si destacaría una escena en la que hasta el más fan de Amelié miraba a su alrededor buscando una mirada cómplice que le apoyara en su total incompresión del momento. El protagonista pone una canción en su tocadiscos y la escucha inmóvil y de espaldas al público, ENTERA. Pero también he de intentar justificar al autor señalando que lo interesante de ese momento es que, escuche la cancion que escuche, el trozo de estrofa o estribillo que sea, está reflejando totalmente su situación. Y es que, como en la vida misma, el amor lo condiciona todo.

En una reciente entrevista, el director justificaba la pasividad de la película diciendo que ya está todo inventado, y que él sólo mostraba otro punto de vista de la típica comedia romántica.

Realmente podemos decir que en la película "no pasa nada", pero es esa forma de mostrar la realidad, un trozo de vida de Ramiro Lastre tras la ruptura con su novia con la que llevaba 6 años. Y verdades. Verdades nos intentan recordar, como dice la canción de Nacho Vegas que aparece en el film, que "no es tan trágico, no es un drama, te diré mil cosas por las que llorar".

Por último he de decir que sí, a mi sí me ha gustado. De hecho la incluiría en mi lista de pelis del año, muy cerquita de Inception (aunque a algunos les duela).